viernes, 6 de noviembre de 2009

Viaje en el tiempo al pueblo de Aucapata



Quien va a Aucapata por primera vez siente el asombro del viaje en el tiempo, pues, en los 286 km del trayecto desde la ciudad de La Paz, se pasa de una metrópoli del siglo XXI a un pueblo de la época de la colonia española.

El camino tiene, además, el atractivo de recorrer varios pisos ecológicos, desde el altiplano paceño, atravesando la cordillera de Apolobamba, hasta la cabecera de valle en que está ubicado Aucapata.

De El Alto se sale con rumbo a Huarina y se cruza por Achacachi, Carabuco, Ancoraimes y Escoma, hasta donde llega el asfalto, para luego emprender hacia la cordillera por caminos de tierra.

La vista se maravilla con atractivos naturales como el nevado Illampu, el río Suches, las alpacas y vicuñas de la reserva de Apolobamba o la Puerta del Diablo (Supay Punku), excavada en la roca viva del cerro Koanzani, punto más alto de la ruta (casi 4500 m de altitud).

Desde allí, todo es bajada hasta Aucapata (2700 msnm).

Luego de pasar por el último poblado aimara, el municipio de Huancu (todavía en la puna), uno se adentra en el territorio de los quechuas, cuya presencia no se explica sino debido a la política incaica de traslado masivo de poblaciones como forma de control social (mitimaes).

La vegetación se va haciendo más densa y se pueden contemplar especies forestales endémicas como la lampaya.

Los campesinos visten pantalón corto, camisa de bayeta de la tierra y chalecos, mientras que sus mujeres, coloridas mantas, la misma ropa desde la colonia española.

Son habitantes de municipios indígenas como Yanawaya, Beikili o Pusillani, que saludan a todas las personas con las que se cruzan, a la educada usanza de nuestros abuelos. Después de ocho a diez horas de viaje desde La Paz, Aucapata nos espera como dormida en el tiempo, con sus casas coloniales, con su iglesia de piedra laja doblemente incendiada, con sus hornos de leña y su gente que viste, trabaja, come y habla como se hacía en el Alto Perú.

Aunque el camino carretero llegó en 1978 y la luz eléctrica, el agua potable y el teléfono hace pocos años, el pueblo no ha perdido su sabor colonial. Si se tiene tiempo todavía se puede continuar el camino hasta las ruinas de Iskanwaya de la cultura Mollo, a una hora más de camino carretero.

Sin embargo, recomendamos quedarse en Aucapata y disfrutar del pacífico ambiente en estas vacaciones “en el tiempo” (teléfono cab. Entel 22135519).

ATRACTIVOS

iGLESIA y museo • La parroquia es colonial, en piedra laja y de una nave en estilo romano, dedicada a la Virgen del Rosario. El museo alberga una de las más importantes colecciones de cerámica Mollo.

KAkAPATA • Peñón que hace de mirador en las afueras de Aucapata. Desde allí se puede apreciar toda la quebrada del Llica, en un amplio panorama que desciende del Illampu.

Iskanwaya • Ruinas precolombinas de la cultura Mollo que datan del 1200 dC. Es una ciudad “en el aire”, por los imponentes muros de contención que la soportan en la montaña.

La Razón, Edición Digital - Martes , Julio 7 de 2009

1 comentario:

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